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Un paseo de pellizco
La jornada abre con un magnífico día de sábado y sol en Sevilla.
Siempre gusta volver a tu ciudad y a tus sitios; aunque un fin de semana sea un oasis que acabe sabiendo a poco, pero más si el escenario que se te presenta es el de hoy.
A pesar de no haber sido demasiado generosos con el sueño, un zumo de naranja frío mientras miras la ventana y una leve brisa de primavera que te acaricia la cara, es el mejor presagio para saber que el día va a romper en gloria. “Arriba chavales, que hay que aprovechar el día”.
Es más de mediodía y el punto de partida se fija cerca, la Buhaira y sus jardines llevan un rato cargados de alegría. No es mal sitio para esperar mientras la gente va llegando y sus naranjos, en ese marco mozárabe, confiere a la “primera” siempre un toque especial. Interminable hilera de naranjos camino del centro y un incipiente olor a azahar que, aún no ha roto pero que lo hará en breve, nos hace cambiar de rumbo y hacer una parada técnica en el parque de María Luisa, el parque de Sevilla.
Sentados en ese banco de añil azulejeado, esperamos que el grupo se vaya nutriendo de efectivos. Es extraño darse cuenta a veces de que lo que te rodea, cuando se hace tan cotidiano y tan a ti, sea algo único y pueda ser un vivero de ideas. Es difícil, pero ese banco no se ve igual cuando lo visitas en vez de poder pasar por allí todos los días y ese banco que no es un banco cualquiera, está donde tiene que estar y está en Sevilla, qué hermoso lugar para bautizar nuestra primera corbata.
Mientras caminamos pensando en alto poniendo el timón mirando al epicentro, la Catedral, vas evocando lo que se vive en cada uno de los sitios que pasamos en cada época del año. Una mirada hacia adelante y la izquierda basta para viajar hasta el verano, adobo y cerveza helada en la otra orilla, Triana.
Paradita, ¿Por qué no? Obviando la pregunta a esa respuesta en Mateos Gago. Pensando mal pero de forma sincera, “vaya malaje tendría no estar aquí y ahora con un vinito en la mano disfrutando esto”. Te giras y subes la mirada trepando por esos paños de sebka de la Torre de Sevilla.
-No se confunda el personal que es la Giralda
Un buchito y sigues subiendo como si todas esas formas entrelazadas formaran un gran árbol de color calizo que da nombre a nuestra segunda corbata. Piensas que no, que tiene algo, no es una Torre. Es institución, es el faro de todo esto que además en Sevilla se torna tangible y para nada está sin vida, no está inanimada no?
-Mira lo de los paños de Zebka que siempre te digo, pues eso, lo que siempre te digo
Hay que moverse, mucha tela lo del día que hace como para enrocarse tan pronto. Aprieta ya el hambre y el reloj y el olorcito a guisito y a tomillo te recuerda que es momento de ir enfilando el camino a San Lorenzo, una idea que además lleva apellido, la Abacería. Entre tapas y zumos de cebada, el suelo de este lugar sirve para bautizar la tercera corbata.
Mientras disfrutas del sitio y miras embobado esos azulejos que parecen pintados en una tarde tranquila y de sol, exactamente como la de hoy, ni un ápice de distinta, algo de lo que más gusta es ver como todos tus amigos andan enfrascados en la gloria de lo que se come mientras solo se para a hablar para soltar alguna carcajada de anoche y buscar miradas de aprobación a esto, que bien estamos y qué a gustito.
La luz del día va cambiando pero sales “engloriao”
-Ya van a estar los naranjos
-¿En somalí o más bien navajo?
-Bueno qué, dónde vamos
La pregunta no necesita respuesta y poco a poco el camino tuerce a la izquierda, se torna estrecho rozando la primitiva judería y desemboca en la plaza de alfalfa.
Hemos llegado a los bares, el equipo salta al campo, el equipo salta al Coto.
Las conversaciones fluyen salteadas con hielo y se celebra el estar allí como una victoria, no por lo difícil de la empresa, sino por el puro y simple hecho de estar allí todos, de estar allí los chavales recibiendo cariño de Javi y su gente.
-Coto, sirve otra ronda y te prometemos que no manchamos el suelo, este que nos sirve de inspiración para el diseño de la cuarta corbata.
Ya es de noche y te tomas un respiro para mirar donde estas, para mirar al suelo y pensar en que ese suelo que pisas da hasta pena de que no se de cuenta nadie donde está de pie, de esa frase literal que allí sí que cobra sentido. La hora que es y los hielos te ponen tontorrón y se piensa, se piensa mucho en esa maravillosa vorágine en la que andas en ese momento. Todo lo que has visto, todo lo que es esto y en ese “pues eso, lo que siempre te digo”.
Eso tangible que tienen todos estos sitios, esta vuelta y este paseo. Esa tangibilidad que tiene Sevilla que es tan rápida y efímera que te desborda y que no puedes pararte a pensar ni a explicar en ese “algo”, que no te deja tocarla y en cierto modo sacarle más jugo a veces.
-¿Salimos un momento a la plaza?
-Venga sí
-No vea si hay gente…
-La cuaresma y sábado, ya se sabe.
-¿Cómo decías que era azahar en somalí?
-Magooli dice aquí
-Ya tienes tu idea, lo que hablamos en Madrid